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Como lo hago habitualmente, comienzo advirtiendo a los lectores y lectoras no habituales de este blog de una práctica frecuente: citar fragmentos de artículos anteriores. También reitero que no se trata de un recurso autorreferencial, ni de una ensañamiento con ciertas temáticas, sino de una humilde obstinación de vocación política para analizar los problemas que afrontamos desde una óptica distinta a la del mainstream del comentario político “profesional”.
El artículo tiene tres partes. Comenzamos con algunos elementos para cronologizar el recorrido social que trajo a Milei al gobierno. Seguimos por una breve y cautelosa caracterización de qué cabe esperar de un liberal libertario ejerciendo poder. Terminamos con el saldo y las nuevas urgencias para volver a vertebrar al peronismo, pero a un peronismo intelectualmente más “agresivo”, con vocación de conducir, de recuperar la doctrina como hoja de ruta, y con voluntad de tener a la realidad como principio ordenador.
La larga marcha del hartazgo
“Acabo de llegar, no soy un extraño” – Charly García
El auge de Mieli aparece en la intersección de la pérdida total de orientación doctrinaria del gobierno saliente, es decir, prácticamente desde su inicio. En marzo de 2022, decía en “El peronismo está desnudo”, que “hacia adentro, hay una forma preponderante de habitar la política en nuestro espacio que ya cansó. Cansó para adentro y para afuera. Y canso porque funciona como autovalidación del propio pensamiento, como ese lugar de confort que ahorra revisar juicios, paradigmas y posiciones. (…) El divorcio entre las agendas ideologistas y paganas de buena parte de la dirigencia y los problemas reales de la población parece acelerarse. Cada semana aparecen desvaríos. Algunos son forzados por la complejísima situación global y la tensa situación económica del país, pero otros son saltos ornamentales en la pileta del error. La defensa corporativa de los “kioskos” y las internas sobretelevisadas conspiran contra el ánimo militante. Existe una sensación generalizada de que se transita una etapa donde la administración reemplazó a la política.”
Por su parte, en este espacio hemos hablado mucho y muy tempranamente de Javier Milei, el presidente electo que le ganó de manera justa, transparente, y contundente a un peronismo menos gigante y más invertebrado, que viene corriendo atrás de sus propios desvaríos hace ya una década. Desde sus primeras apariciones mediáticas, defendemos la idea de que con el liberal-libertario nos encontrábamos ante un epifenómeno de una crisis de mayor relevancia. Un objeto, más que un sujeto de la política. Ya en abril de 2019, decía que:
“En tanto no (re) surjan los anticuerpos, contraargumentos y esquemas de interpretación argentinos para los problemas argentinos que nos saquen de la consigna cliché y del progremenudeo de redes, la representación política estará tan viciada y corroída que la antipolítica evolucionará a una versión mucho peor que la actual y echará raíces en nuestro suelo de manera cuasi permanente, y ya no sólo como trending topic, sino como escarmiento «ordenador» popular a un estado de cosas demasiado licuado, propio de la anomia.”
Lo más relevante, desde años atrás, no era en sí la figura de Milei sino los principales cambios sociales; problemas y pesares colectivos que explican su emergencia política, electoral, y cultural y que el peronismo y el campo nacional en su conjunto no pudo interpretar ni asimilar, y cometió el error de acudir al core progresista para orientar la comprensión. Por eso, advertía en “¿Inventar la rueda?: Néstor Kirchner en el espejo” que este peronismo podía dejar de ser electoralmente competitivo -también- porque la morfología de las clases medias y populares y su relación con “lo público” (que engloba política, Estado y representación democrática) se modificó de un modo en el que el campo nacional no pudo interpretar del todo.
Después de las PASO, en “Todos corrieron, sin entender”, observando el acelerado vagabundeo ideológico del progresismo, señalaba que fueron demasiados años de gerenciar una suerte de RENAPER dedicado a repartir DNI “de derecha” a quienes abiertamente se ubicaban en los bordes ideológicos más obscenos, y también a todos aquellos que presentaban una disidencia contra cierto statu quo ideológico y cultural. Esta empresa comandada por un arrogante e iluminado progresismo, produjo un efecto contrario para quienes quedaban afuera del lado luminoso de “los buenos”, de ese statu quo biencomido y bienpensante. Estos sectores señalados por el progresismo “del bien” empujaron un proceso de identificación masiva y silenciosa en las pantallas por parte de quienes eran marcados por la sofocante corrección política. ¿Resulta tan raro que habiéndolos invitado a “armar un partido y ganar elecciones”, hayan ganado semejante contienda?
(…)Hace rato nos contamos las costillas por la falta de debate profundo sobre estas cosas. Nos guste o no, el peronismo de esta etapa se transformó en una liturgia. En el libro comprado y no leído de clases medias. En un consumo cultural. Recuperar la senda doctrinaria es difícil, pero no imposible. Suspender la cancelación a quienes hace años pretenden hacerlo, es clave.”
Por estas razones he insistido desde siempre en que la emergencia de Milei no responde a una derechización sino de una destartalada pero obstinada demanda de un Estado que intervenga lo justo y necesario, de eficiencia, de orden, de posibilidad de prever más allá del día a día. De una súplica del fin de la cosmetología del “Estado Presente”, que se transformó en una mímica de la cultura política tradicional. El fin de una forma de habitar la política y la estatalidad que no se aguantaba más, con o sin Milei compitiendo. Asistimos al inicio de la innovación moral libertaria: “Si el Estado no me resuelve los problemas por lo menos que no me rompa las pelotas”.
En abril de este año, señalamos que:
“Si el paradigma liberal (ofrecido en su versión moderada, menos moderada y ultra) parece más realista y tangible para una buena parte de la sociedad que el idealismo sobre un modelo de Estado de Bienestar que habita las mentes de buena parte de la militancia pero que no se traduce en la realidad concreta, ¿no es hora de revisar posiciones?.
El péndulo de la discusión sobre el rol del Estado va de su reducción al mínimo a la compulsión al intervencionismo automático y torpe. La falta de imaginación política es lo que ambos extremos tienen en común. ¿Alguien se está preguntando, en esos extremos, como hacer la intervención estatal más eficiente sin reducirla al mínimo o sin tener una trasnochada compulsión soviética donde “todo es Estado»?.”
Un mes antes, para marzo de 2022, en un extracto de “El peronismo está desnudo: el peligroso laberinto de la falta de doctrina”, señalábamos la necesidad de un UPDATE PARA EL PERONISMO, advirtiendo que:
“El mundo del trabajo ha cambiado significativamente y se avecinan transformaciones y asechanzas que el peronismo debe estar en condiciones de discernir y resolver, o el liberalismo las resolverá a su modo. Por eso, desde el peronismo debemos discutir, no con “la izquierda” o con “la derecha”, sino con el liberalismo que recorre todas las terminales nerviosas del planeta, pero que en Argentina asume una fuerte identidad antiperonista.”
En abril de este año, en ¿La sociedad se corrió a la derecha o el peronismo se corrió de la sociedad?, hablábamos de cómo comenzaba a crujir el principio de autoridad, y cómo el agotamiento social empezaba a evidenciarse de maneras rudimentariamente transparentes.
“Se trata de un principio de autoridad roto, a niveles obscenos en los esquemas burocráticos de diversas organizaciones donde circula el poder. Es que los esquemas están unidos con el pegamento más endeble del mercado: relaciones principalmente personales, amiguismos, prescindiendo del más elemental mérito profesional que susurra Max Weber cuando define al modelo burocrático como idealmente, el modelo organizativo más racional y eficiente del capitalismo. Se naturalizó que el que manda, lo haga solo por portar información privilegiada y nada más.”
La pérdida de debates serios sobre temas relevantes tales como, la inseguridad, la justicia, el funcionamiento de los servicios públicos, alimentó un retroceso masivo del principio de solidaridad. En efecto, en el contexto de las PASO del 2021, sugeríamos que:
“lo político experimentó el descenso permanente de hacia los particularismos, en detrimento de las agendas de mayorías, lo que ha generado un deterioro fenomenal en el enfoque de las políticas públicas, que le han quitado prioridad al abordaje de los macro conflictos para orientarse a los micro conflictos. Desde estas anteojeras ideológicas, cada componente de la sociedad amerita una atención específica que se relaciona con su vulnerabilidad histórica como minoría. Y no es que las agendas de mayorías y de minorías sean mutuamente excluyentes. Es un tema de prioridades.(…) La orientación de muchas políticas priorizó el sostenimiento de ciertos vínculos identitarios pero en un antagonismo directo con el territorio común, que es el que verdaderamente está agobiado por problemas estructurales de una Argentina que más que resolverlos, los arrastra hacia adelante.”
¿Qué esperar del gobierno de Milei?
Jauretche decía que un anarquista era un liberal con 40 grados de fiebre. Si bien lo declarado de su plan económico suena familiar a la década que amamos odiar , los 90’, el anarco-capitalista es una rara avis. Nuestro país es vanguardia en dar sorpresas, siendo Milei el primer presidente electo que forma parte de una secta teórica que, según la opinión de economistas de todos los colores ideológicos, está en la infancia de la economía. Pero el minarquista interpretó una oscuridad, le puso nombre a los responsables de las frustraciones de la sociedad y le dio un salvoconducto a esos electores, que fué de la rabia a la esperanza.
He insistido en no se podían entender fenómenos como el de Mieli explicandolos por el resultado de sus acciones, pero sin comprender sus causas. Sus bases y componentes sociales. Los profundos problemas colectivos y sentires que le dan sustento. Decíamos previo al balolotaje, que:
“esos problemas siguen y son, entre muchos otros, las consecuencias psíquicas y materiales de la pandemia, la precarización de la vida , la reinstalación de la ilusión de salida individual, la mímica del estatismo, la aceleración digital, y la fragmentación social. Esa parte de la sociedad que, sin esperanza de mejora en su futuro de largo plazo, se zambulló en el corto. En los turbios mares de la épica del jugador, del mesadinerista, donde pibes y pibas prefieren morder de la manzana del casino online, con un mercado laboral que no ha logrado compatibilizar con la mano de obra disponible y con dos gobiernos sucesivos que no pudieron ofrecer un horizonte distinto para ese enclave joven y no tan joven.”
La esencia anárquica desborda y subyace a Milei, porque es lo más primario de lo político. Su negación. Su “basta de todo”. Al hombre que amaba a los perros se le sumó una desdibujada Bullrich, para conformar a la La Libertad Avanza como una suerte de armada Brancaleone con distintas ambiciones, delirios, o -como en el caso de Villarroel- agendas de un grupo totalmente desvinculados de lo «libertario». Respirandole en la nuca al nuevo presidente y aportándole funcionarios está el gran ganador de 2023, Mauricio Macri. El Ángel exterminador, en palabras de Jorge Asís.
Es un hecho. El tronar del escarmiento de las urnas trajo el menos profesional a la presidencia, en un país que concluyó que la política “profesional” es doblemente negativa, por política y por profesional. Que deja de tener sentido cuando no resuelve los problemas. Que empezó a percibirse como un conjunto de liturgias y prácticas cupulares y burocráticas. Que se elitizó y perdió el contacto con la realidad. Que su cultura funciona con Windows 95, y la de la sociedad con Windows 11.
Pero las condiciones con las que se llega al poder no son las mismas que aquellas que se requieren para ejercerlo y -sobre todo- mantenerlo. Milei deberá superar, entre todos los obstáculos económicos y sociales que se presentan, uno eminentemente político que hereda de Alberto: se puede ser líder sin ser presidente, lo que no se puede es ser presidente sin ser líder. ¿Doblegará al “killer” calabrés o será usado como carne de cañón para ser metabolizado en el intestino grueso de la casta?
¿Será el proyecto liberal-libertario un “menemismo aceleracionista”?. Nadie lo sabe, y tratar de adivinarlo cuando ni siquiera asumió es como pelear con un fantasma. Sin embargo, se pueden ensayar algunas comparaciones. El menemismo fue cosas y consumo. Optimismo social y orden. Entrega del patrimonio nacional y comunidad “organizada” (por el mercado). Todo esto es cierto, pero el menemismo fué también una cantera enorme de políticos experimentados y formados para el poder. Así como para el progresismo el “menemato” fué la parte “sucia del pejotismo”, para el macrismo el menemismo es también paradoja, una suerte de tío exitoso pero ordinario, «grasa”: un familiar que le da vergüenza. Para Milei, Menem es un símbolo heroíco, y vá mas allá: “El primer gobierno de Menem fue el mejor de la historia”, señaló hace un tiempo.
El macrismo fue ideas y valores de gente que “se metía” en política para “purificarla”, casi como haciéndole un favor al país condenado al sucio populismo peronista. Gente que con extraordinaria capacidad para el engaño, le intercambió a la clase media bienes patrimoniales por bienes simbólicos («mayor transparencia», «sindicalistas presos», terminar con “los ñoquis”, etc.). Por su parte, el nunca nacido albertismo, fué una continuidad de esa simulación pero con cosmetología y pose progresista, cerrando así un proceso de 8 años (diciembre 2015 a diciembre 2023) donde se gobernó simulando y estetizando. El costo fué alto. La política se merecía el castigo de Milei. El país, no.
En este marco, entiendo que la precoz narrativa de «resistencia» cuando el nuevo gobierno ni siquiera asumió sólo funcionará como donación de legitimidad a un Milei que, en una profecía autocumplida, anticipó que habrá una reacción de quienes “no quieren perder sus privilegios”. Claro, la nueva grieta será entre las fuerzas del cielo y los desatinos terrenales del “populismo estatizante”. Entre los “mejoristas” y quienes no lo son. Entre un “especialista en crecimiento con o sin dinero”, y quienes no tienen dinero ni son especialistas en otra cosa que en sobrevivir día a día.
La nueva grietolgia: “gente de bien” vs resto del mundo
A esta probable versión de la grieta es a la que el progresismo, principal orientador ideológico de los últimos años kirchneristas y de todo el gobierno de Alberto Fernandez, llega completamente desangelado, refugiado en la cultura de sus influencers y streamers que también llenan teatros. El progresismo, incluso el que decididamente confluye en el peronismo e intenta explicarle el peronismo a peronistas, ahora aparece como una categoría moral solo para los progresistas, no para la sociedad. Todos los “villanos” que construyó en su narrativa, o tenían razón (peronistas cancelados) o ganan elecciones. Porque ser progresista no es ya estar del lado luminoso del “bien” para enfrentar al “mal”, esa dicotomía que tiene al país de rehén. Los libertarios son ahora los portadores provisorios de la innovación moral. Son quienes conducen a la “gente de bien” que reflexionó que si el progresismo era “eso”, entonces había que ser gente de bien siendo anti progresista.
La restauración de la grieta será, quizás, lo más decepcionante para el votante de Milei. ¿Podrá evitar la vuelta a la casita de los viejos del macrismo venal: el antikirchnerismo como motor de la historia no peronista?. Lo “popular” ya no es un arca de Noe peronista. Atajar a ese votante en lo que, probablemente, será su tercera decepción consecutiva con un gobierno, será tema cuando se sepa si el caminante es rengo. No antes. Pero ya hemos advertido el peligro de un estallido de frustración social de consecuencias imprevisibles, cuando en abril de 2023 escribíamos acerca del delicado arte de escupir para arriba. Decíamos que:
“No podemos dejar de destacar el lugar de la colonización pedagógica que, a fuerza de filantropía globalizadora y nuevos modelos de negocios, ha incrementado por mil los esquemas de clusterización, hiper indivicuación, y autorreferencialidad. Esto, por supuesto, tiene su correlato en el actual esquema de representaciones fragmentarias que erosionaron la representación política. Y decimos “la” política como conjunto -indistintamente del color ideológico- porque hasta quienes copilotean esta fiebre antipolítica para ganar adherentes deberán lidiar con este fenómeno en caso de que tengan responsabilidades de gobierno.
En concreto, lo que decimos es que quienes cabalgan la afiebrada senda de la radicalización escupen para arriba, porque no escapan a la densidad de un clima que los sobrepasará: el agotamiento colectivo marcado por el cúmulo permanente de frustraciones producto de la injusticia social.”
Por su parte, como “mejoristas fuimos todos”, siguiendo a Pablo Semán, decía que “mejorista” es quien cree que la idea de que el progreso personal es posible y que se basa en el esfuerzo individual (…) La de emprendedor no es una categoría meramente económica sino centralmente moral: “la gente de bien” no permite que nadie le regale nada. Para los mejoristas el esfuerzo personal es la medida de todas las cosas y la cuantificación de su rentabilidad la vara con que juzgar la dignidad ajena. La justicia social reemplazada por la justicia mejorista.
Esa narrativa que ahora se presenta en forma de “mejorismo”, no se vincula monolíticamente a una “ola mundial”, sino que tiene rasgos autóctonos. Es decir, late desde hace tiempo en la Argentina, y se activa cuando la política no ofrece un proyecto que anude la democracia con la economía. Fue así que el peronismo menemista, en su vocación de apuntar a la clase media, buscaba cerrar antagonismos del pasado. Antagonismos que habían contribuido a desalojar al peronismo del poder. Pero sobre todo buscaba fijar niveles altos de adhesión y cohesión política acordes al estado de fragmentación y precariedad de la economía.
A lo largo de las últimas 4 décadas, la erosión de los clivajes que organizan la conversación pública y las identidades políticas tuvieron sus ciclos. Sus stop and go. De los 70 al alfonsinismo. Del menemismo al kirchnerismo con una trágica parada en los boxes del 2001. Del macrismo al nunca nacido albertismo. Argentina sólo fue realmente leal a una cosa: a la intensidad. El extraño caso del minarquista como opción presidencial creció a caballo de ese rasgo sociológico, esa lealtad con la intensidad que llegó a los bordes y forzó el alerta del “sistema” que, por ahora, parece funcionar contra ciertas amenazas que lo ponen en cuestión, pero no ha resuelto todavía trabajar sobre las causas.
Milei cumple, castificándose por un lado pero ubicándose enfrente de la Unión Democrática del Teatro Colón por el otro, ubicarse como el primer liberal libertario en ser presidente a Nivel Mundial. Veremos si sostiene la máxima de su idolatrado Alberdi, quien en su crítica a Bartolomé Mitre, en “Pequeños y grandes hombres de la Patria” dice lo siguiente:
“Toda revolución, apenas nace, se hace gobierno, y de no, es simple desorden. Desde que se haga gobierno, su primer trabajo es hacerse reconocer, lo cual se obtiene por negociaciones, no a punta de espada. Esta es la historia de todas las revoluciones.”
¿Milei cuenta con un margen de tolerancia social de 100 días o de 100 horas?, ¿habrá que prepararse para la hipótesis Moreno de “la depresión de Milei”?, ¿Aprovechará el envion para integrar sectores peronistas mientras deglute lo que queda del PRO?, ¿Macri infiltrará su gobierno al punto de conducirlo?, ¿el anti progresismo venal de su entorno permeará sus políticas y generará un reavivamiento de un progresismo más empalagoso del que tuvimos hasta hoy?, ¿será Sergio Massa , después de un digno papel, el que esté en condiciones de poner al peronismo de pie de nuevo?. No podemos concluir todavía. El tiempo y la realidad son dos grandes ordenadores.
Construir un peronismo intelectualmente “agresivo”
La idea de que las balas de plata de la democracia estaban en un momento de retracción no se confirma. El propio Milei es un producto terminado de la democracia actual. Oponer que hay un pueblo que vota “contra sí mismo” es por lo menos negador de la realidad. Es falsa la oposición tajante y moralista entre el bien y el mal. Es falsa la dicotomía entre fascismo y democracia. Es falso el vagabundeo ideológico entre extremos que tiene a la sociedad de rehen hace años. Los consensos democráticos no son estáticos. Tampoco las mayorías electorales, que son igual de circunstanciales.
Fueron cuatro años decepcionantes no sólo de mala gestión, sino porque el marco de decisiones gubernamentales en muchos planos no estuvo guiado por el principio de realidad sino por caprichos ideológicos ya advertidos hasta el cansancio en este y otros espacios.
Nos tomamos 7 días (toda una vida en tiempos digitales) para poder elaborar todas estas reflexiones, tratando de no sucumbir ante la dictadura de la novedad con lecturas instantáneas de algo esperado pero no procesado. En este sentido, es importante decir que, por lo menos en este blog, nunca reflexionamos desde el “enojo”, ni desde una infantil vocación de “tener razón por sobre tener éxito”. Esas son adjetivaciones que muchas veces sirven para cancelar, menospreciar o infantilizar argumentos netamente políticos que contradicen empíricamente el statu quo ideológico que orienta ciertos pensamientos, que también condujeron a la derrota y a la esterilización del peronismo doctrinario, que no es una secta, sino una filosofía con principios esenciales y actualizables hecha por y para este país.
Esta versión del peronismo tuvo amnesia de valores tales como el orden , la seguridad, el mérito. Se acordó tardíamente y en el medio de la campaña del “Dios, Patria y Familia” que lució forzado y desesperado, y terminó licuado en la épica de los pibes del “Pelle”. Como señaló Martin Rodriguez “Tanto arrumaco progresista del último tramo, ese Massa rodeado de “artistas”, ese Teatro Colón cantándole la marcha peronista al candidato libertario, ese Massa saltando rodeado de chicos del Pellegrini, pareció evidenciar en esa recta una última foto: la de una elite de salvados que resisten el cambio de régimen del lado de adentro.” En efecto, la fórmula de UxP ha tenido mejor performance en CABA, que en Santa Fe, Córdoba, Mendoza, y buena parte de la Patagonia. Como dijimos hace meses, la acelerada conurbanización del voto peronista ha conspirado contra su federalismo.
En este marco, y de cara al futuro, es importante advertir que el hecho fáctico de que una forma de comunicar sea hegemónica no haga perder de vista lo importante que es el contenido de lo que se comunica. No se trata de “bajar línea” desde un pedestal doctrinario -porque genera un rechazo instantáneo-, pero sí de jerarquizar la formación doctrinaria a la hora de generar contenidos. Más allá de los formatos que el aceleracionismo comunicacional exige.
Rascar orientación ideológica en el mainstream actual es como buscar asilo en el Titanic. No se construye doctrina priorizando lo accesorio ni sobrerrepresentado agendas de minorías. No se sale de esto consumiendo la politización fast food del modelo de negocios autorreferencial de los influencers, streamers y ex jóvenes con inquietudes polítitcas en general.
Las y los peronistas debemos dejar de pedir permisos y disculpas, salir a la cancha a construir, a seguir formándonos, a formar cuadros aptos para la conducción auxiliar, táctica y estratégica en todos los territorios: barriales, gremiales, de gestión municipal, universidades, etc. En simultáneo disputar el espacio digital uniendo fuerzas y ,sin vocación de autorreferencialidad, construir contenido de calidad con clara orientación doctrinaria. El plano estratégico se ordenará más temprano que tarde, pero en el mientras tanto es fundamental organizarse desde las bases.
Perón sostenía hace muchas décadas que «hay que persuadir a los que están equivocados y toman la política como un fin y no como un medio, y hay que traerlos a nuestras agrupaciones. Si son idealistas y hombres de bien, serán bienvenidos y reforzarán nuestra propia organización. También afirma que “la conducción no es el mando (…) Aquí hay que arreglárselas para que la gente haga caso y, sobre todo, tener cuidado de no ordenar nunca nada que no se pueda hacer.”. En este marco teórico, el general señala que la política, a pesar de que en ella hay algunos intransigentes, es un juego de transigencias. Así lo sostiene en Conducción Política:
“Algunos creen que gobernar o conducir es hacer siempre lo que uno quiere. Grave error. En el gobierno, para que uno pueda hacer el cincuenta por ciento de lo que quiere, ha de permitir que los demás hagan el otro cincuenta por ciento de lo que ellos quieren. Hay que tener la habilidad para que el cincuenta por ciento que le toque a uno sea lo fundamental”
Un ejemplo reciente de esto fue Néstor Kirchner quien, tras una larga marcha de triunfos y derrotas, llegó a la presidencia y puso la imaginación política peronista y a cuadros peronistas a conducir el heterogéneo y balcanizado campo nacional, y tal vez por eso señalaba que “ni los conservadores ni la progresía deben tener la iniciativa política de conducción del movimiento nacional”, debían “estar adentro”, pero no conducir ni mucho menos orientar ideológicamente. Ese era el «50% de lo fundamental» que le reservaba al peronismo.
Fue probablemente el santacruceño el principal intérprete y ejecutor de una máxima mencionada en el último libro de Abal Medina, «Conocer a Perón». Néstor tuvo la suficiente imaginación política para entender que lo que se necesitaba era un peronismo para la Argentina y no una Argentina para el peronismo. Sin esa imaginación, no hay prácticamente nada, excepto liturgia y alguna recomendación de cómo seguir en el chat GTP.
Como señalamos en un artículo anterior, creemos que, contra el entendible realismo pesimista, la ingenuidad o mala fe de quienes hablan del peronismo como obstáculo al desarrollo, debe sostenerse que en la capacidad de modernización del peronismo se cifra la clave y la posibilidad empírica de la modernización capitalista de la Argentina. Debatir lo que se plantea como clausurado es la clave para que el movimiento mantenga su principal virtud: la capacidad adaptativa de representación de mayorías, pero de estas mayorías de hoy, que si en algo se parecen a las de ayer es en que también creen que la rueda está inventada, y que es redonda.
Milei no es un extraño. Ganó diciendo lo que quiere hacer con honestidad brutal. Con un discurso profundamente ideologista, emocional, pero también programático puso un espejo roto frente al rostro deformado de la política profesional. El peronismo, en cambio, hoy es un extraño para los sectores populares y hasta para sí mismo.