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La épica del castigo

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“No bien consolidó su reinado, ya se redujeron las famosas “libertades” tan cacareadas por el Hombrecito Económico. Es evidente que la gloria nada limpia de Creso triunfante es la de haber impreso “su mentalidad” a todo un mundo, en la más triste de las” nivelaciones por abajo” que haya conocido la historia. Y es también evidente que nuestro inefable Hombrecito no habría logrado ese triunfo ecuménico si “su mentalidad” no hubiera sido ya la del común de las gentes, mucho antes (…) porque un líder o una mentalidad no triunfan en la historia si no encarnan o personifican un estado público de conciencia definido a veces con secular antelación.

Leopoldo Marechal – La autopsia de Creso

 

Milei, el golem argentino, eligió la fase nocturna del 1ro de marzo para su hiper calculada y performática puesta en escena. En una lúgubre avenida de mayo, con manifestantes invisibilizados por la noche, las luces alumbraban la caravana del líder de las “fuerzas del cielo”, quien descendió de su vehículo con la atenta vigilancia espiritual de su jefa y hermana Karina.

Camino al atril que exigió se dispuso a enfocarse en lo que más le interesa: lo simbólico. Milei al frente. El resto, atrás, como decía Gasalla. Con esa disposición espacial comenzó su encendido discurso. Un discurso guiado por el repertorio habitual de repulsión hacia la política y hacia todo tipo de “intermediarios”.

El mantra de educar a la sociedad para vivir sin Estado es el sentido casi misional que el presidente le pone a su actuación política. En este marco, apelando a una técnica recurrente de este escriba, es oportuno citar algo publicado en abril de 2023. En ese artículo titulado “La libertad avanza: hasta el ballotage ? “ decíamos que:

la base ideológica autopercibida por este espacio es el “verdadero liberalismo”, lo cual le da una suerte de carácter de fracción vanguardista e iluminada, que exige “volver al liberalismo real” (el de hace un siglo) para “volver a ser potencia mundial”. (…) El liberalómetro se abre paso. Una mirada museológica, pero con pretensiones de futuro.(…) En lugar de ser una teoría política, el liberalismo es una teoría crítica de la política. Vincula lo político con lo ético, para subordinarlo a lo económico. No podría decirse entonces que hay política liberal en sí, sino crítica liberal e hiper individualista de lo político, que es una crítica a la limitación de la libertad individual. 

Como vemos la doctrina no varía. El chivo expiatorio preferencial es el Estado –la esfera pública, del “nosotros”– administrado por una “casta” política que vive a espaldas de la “gente corriente” , lo cual genera una identificación por oposición, es decir, la “libertad avanza” con “todos aquellos que no son/somos casta política”. La espada es el discurso de mercado: la esfera privada, del “yo”, que se vende como “la libertad”. Buena jugada. Cuando el  individuo es la medida de todas las cosas, el resultado es siempre la guerra de guerrillas individual contra la comunidad. La fórmula utilizada es conocida: conducir es indignar.”

El “desastre económico” y la “orgía de gasto público” de la”herencia que recibimos” fue la cosmetología del relato mileísta que, más ideologista que nunca, ubicó la prosperidad nacional con una foto lejana de hace 123 años. Con la impronta que señalamos antes, consistente en difundir e imponer el “verdadero liberalismo”, el presidente sugirió -otra vez- que la Argentina nació próspera y liberal pero “los políticos” la llevaron a la decadencia. 

En un ejercicio de sobrediagnóstico combinado con explicaciones de profesor (estilo inaugurado por Alberto Fernandez), apuntó contra “el populismo” como el gran responsable.  También a los que “como muchos de ustedes  –dirigiéndose al parlamento- son ricos”, mientras sus fans ,con cánticos y gritos, ritualizaban una suerte de bullying televisado a los presentes.

Por su parte, utilizó la habitual botonera para hablar de su principal enemigo: “un Estado que hace todo, y todo lo hace mal”. En la práctica, Milei no busca matar al Estado en un combate a duelo, frontal, sino «dejarlo morir» por etapas. Abandonando sus mecanismos, creando un ambiente patológico y patologizante en su interior, y vaciando sus procesos. Desquiciando  el sistema desde adentro para implosionarlo, como en aquel anarco final de la película “El club de la pelea”.  

Un sistema en “bancarrota moral” que, según la mirada del presidente, produjo una casta impune contra la que  la “mayoría silenciosa” se levantó en las últimas elecciones.

El anarco-capitalista definió la composición social de esa mayoría silenciosa en su discurso. Leamos:

“Una mayoría silenciosa levantó la voz. Esa mayoría silenciosa que se compone de los que trabajan, de los que producen, de los peones rurales que se levantan a las cuatro de la mañana, del que atiende un negocio,  del trabajador informal, del joven que no encuentra trabajo, y de las amas de casas que tiene la enorme tarea de educar a nuestras generaciones futuras.”

Esa sociedad blue es en la que Milei se posicionó para suficientes personas, como “el tipo que tiene razón”, porque hoy tiene razón quien está enojado. 

El transitar actual de lo cotidiano es lánguido y pesado. El gobierno le pone a la sociedad un espejo roto de frente, donde se observa un duelo en slow motion de una forma de habitar la política y la estatalidad que no se aguantaba más. Un duelo que continuará con o sin Milei en la Rosada. Porque con o sin la corriente electoral que comanda LLA, la corriente social que los sustenta es mucho más permanente. Esas capas geológicas de personas que quedaron afuera del sistema, en una comunidad que no los abrazó, y en la que, como indica Semán, construyeron una innovación moral basada en el esfuerzo individual, la optimización del yo, y el desprecio a quienes “viven del Estado”.

Por eso decimos desde hace tiempo que los “heridos” que La Libertad Avanza pasó a buscar en su ambulancia son muchos más que la “gente rota”, las juventudes ludópatas y sin esperanza en “el sistema”, los desilusionados, y hasta el antiperonismo clásico. A esos heridos, el presidente se dirigió en la apertura de sesiones con exhalación divina, pidiéndoles religiosamente que se arrodillen con esperanza ante  lo que todavía no existe, pero que sería digno de alcanzar: “100 años de decadencia no se dan vuelta de un día para el otro”. Un cover del “no los voy a defraudar” de la actualidad. 

“Si bien no elegimos el camino de la confrontación tampoco le escapamos, porque sabemos desde el día que decidimos meternos en política que esta pelea no iba a ser fácil. Quiero decirles sin embargo que si eligen el camino de la confrontación se encontrarán con un animal muy distinto al que están acostumbrados. Porque a diferencia de algunos de los que están acá o de quienes nos miran desde su provincia, la política para nosotros no es un fin en sí mismo. No vivimos por la política. No vivimos de la política. No tenemos ambición de poder; lejos de todo eso lo único que tenemos es sed de cambio. Nosotros no tomamos decisiones pensando en nuestra carrera política. Nosotros vinimos a enarbolar las banderas de la libertad con plena conciencia de qué íbamos a tener que pagar los costos de la fiesta obscena que muchos de ustedes realizaron.”

Javier Milei – Discurso de apertura de sesiones

La “sed de cambio” del presidente se apalanca en una épica de la severidad. En esta épica votar es castigar. Gobernar también. Esta es la base sobre la que construyó el carisma adecuado para arrodillar a la sociedad ante un venidero espectáculo de anomia. Con o sin el parlamento. Con o sin dinero. Con o sin luz al final del túnel. Un carisma que, como observó Max Weber, es el componente fundamental de un tipo de  dominación adversaria de las autoridades legal y tradicional, pero que no por eso implica un liderazgo menos eficaz. 

Entre aplausos y arengas de “¡motosierra, motosierra!”, se oyó “van a tener que laburar en serio ahora”, lo que provocó las sonrisas del líder libertario. El sabe que hoy es infalible en la memética de la chicana gestada al calor de un contexto de ira y frustración. El castigo es, así, la nafta que mueve la líbido del príncipe del enojo social. Le aporta credibilidad a una narrativa que mete el dedo en la llaga de una sociedad atada con alambre desde 2001, con picos de provisorio bienestar hasta el año 2012/13.

Como hemos señalado antes, es a los gritos que Milei echa mano a la última épica argentina del que se vayan todos. Apoyado en toda una tropa digital y no tan digital el minarquista emprende, acelera y profundiza la cruzada de Las fuerzas del Cielo no sólo contra la política, sino contra toda opinión alterna. Y en la rigidez de esa virtud que interpreta una oscuridad, coexiste su principal debilidad.

Es que el terror de los libertarios es la debilidad de su príncipe. No toleran que se pongan en cuestión las extraordinarias cualidades de Milei: el hombre potente, de espíritu imperturbable y sincero. Un golem musculoso con una quijada afilada que comanda la liga de outsiders limpios de estatismo y con nobles objetivos. 

En este sentido, no es casualidad que Milei tribute a la dicotomía impureza/impureza con eso del “poder de la política vs el poder de la convicción”. Por eso eligió la extraña alquimia entre Macabeos y Menem. Fuerzas del cielo y decisiones difíciles que el pueblo “está dispuesto a aceptar”.

Un “mandato de cambio” que se instrumentará en lo que definió como un “paquete de leyes anticasta” basado en un ataque frontal a todo el andamiaje administrativo del sistema político-institucional , a su financiamiento, y a su cultura organizacional. Una penalización permanente contra la Argentina de “los privilegios” que, con obstinación, identifica con el Estado. Un pacto para vivir. Fundacional. Otro más que se suma a la fila india de las ínfulas refundacionales de todos los gobiernos precedentes.

Ahora bien, ¿cuales son los límites, forzando a Scalabrini Ortiz, para el hombre que está enojado y no espera?. En “no soy un extraño”, escribimos al respecto que:

“la restauración de la grieta será, quizás, lo más decepcionante para el votante de Milei.(…) Atajar a ese argentino en lo que, probablemente, será su tercera decepción consecutiva con un gobierno, será tema cuando se sepa si el caminante es rengo. Pero ya hemos advertido el peligro de un estallido de frustración social de consecuencias imprevisibles, cuando en abril de 2023 escribíamos acerca del delicado arte de escupir para arriba: lo que decimos es que quienes cabalgan la afiebrada senda de la radicalización escupen para arriba, porque no escapan a la densidad de un clima que los sobrepasará: el agotamiento colectivo  marcado por el cúmulo permanente de frustraciones producto de la injusticia social. (…) ¿Podrá la justicia mejorista reemplazar a la justicia social como eje ordenador de la gobernabilidad?”

A pesar de que el relato y la épica de la severidad de Milei hoy es percibida como “justa” o por lo menos “sincera”, no se terminará de validar socialmente sin condiciones objetivas concretas. Esto es, sin anudar su proyecto de reeducación moral de la sociedad con un proyecto económico medianamente exitoso. Y no se puede lograr eso sin una instancia de acuerdos. Lo que el presidente entiende como un repugnante “toma y daca”. 

La espiralización de la agresividad ante toda disidencia parece ser el destino manifiesto del poder ejecutivo. En este marco, quiero destacar una idea extraída del legendario manual de estrategia militar del capitán Basil Henry Liddell Hart “The strategy of indirect approach” (La estrategia de aproximación indirecta). Se trata de una idea con fuerza de premonición: “cuanto más se intenta aparentar imponer una paz totalmente propia, mediante la conquista, mayores son los obstáculos que surgirán por el camino”. Vale señalar que este es uno de los libros de cabecera del Papa Francisco.

Milei es carismático, si. Pero la dominación carismática se funda, por naturaleza, en una autoridad inestable y precaria a pesar del ímpetu inicial que la acompaña. Está sostenida en si misma, y depende demasiado de la estabilidad individual del líder, sin tender puentes con la estabilidad general. 

La capacidad del león de “eelectrizar” a sus adherentes estará puesta a prueba todo el tiempo en esta revolución precoz. Como sosteníamos en el citado artículo:

“En este punto es difícil saber si Milei cambiará la historia argentina siendo el primer presidente que gana popularidad y gobierna dando malas noticias, o si la historia lo pasará por la motosierra a él mismo. Argentina solo es leal a la intensidad, una peligrosa miel que La Libertad Avanza utilizó con eficacia, pero como toda arma de doble filo, existe el riesgo de que los leones que el presidente  vino a despertar se coman al que los guía, y eructen intensidad al final del banquete.

Nadie sabe cómo termina este espectáculo de hiper estrés social. Lo que sí se sabe es que la Argentina es mucho más impaciente que Twitter/X, y que no tiene margen de tiempo para esperar ni hombros de rabinos sobre los cuales ir a llorar.

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