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La realidad: el hecho maldito de la política ideologista

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En los últimos artículos decíamos que la “revolución precoz” de Milei, el golem argentino, adolece de una intransigencia permanente que genera perplejidad y desconcierto en todo el arco político. Con la narrativa del sadismo y twitteandose encima cree hacer “temblar a la casta”, pero tiembla la integridad nacional y el delgado hilo de la tolerancia social.

Cuenta la incomprobable mitología urbana que Jauretche decía que un anarquista era “un liberal con 40 grados de fiebre”. El tipo libertario es , en esa cuenta, un ideologista más, que se suma a la fila india de los que ya existen: los “troskos”, los “progres” que fueron sus envases por izquierda. Si bien todas estas mercaderías del comentario politizado son de consumo de la ínfima minoría, influyen en la orientación de quienes ocupan transitoriamente  el poder ejecutivo.

Los ideologismos son, así,  una patología transversal, anclada en aquel diagnóstico de Perón –siempre elegante hasta para señalar chiquilines- sobre la Argentina: un país politizado , pero sin cultura política. Y son un boleto al fracaso de cualquier gobierno que sea capturado por ellas. Por eso en marzo de 2022 observábamos que  el auge de Milei apareció en la intersección de la pérdida total de orientación doctrinaria del gobierno saliente, es decir, prácticamente desde su inicio. En “El peronismo está desnudo”, señalamos que:

 “hacia adentro, hay una forma preponderante de habitar la política en nuestro espacio que ya cansó. Cansó para adentro y para afuera. Y canso porque funciona como autovalidación del propio pensamiento, como ese lugar de confort que ahorra revisar juicios, paradigmas y posiciones. (…) El divorcio entre las agendas ideologistas y paganas de buena parte de la dirigencia y los problemas reales de la población parece acelerarse. 

Hemos observado que ya tuvimos un largo proceso conducido por ideologismos. El propio macrismo fue ideas y valores de gente que “se metía” en política para “purificarla”, casi como haciéndole un favor al país condenado al sucio populismo peronista. Gente que con extraordinaria capacidad para el engaño, le intercambió a la clase media bienes patrimoniales por bienes simbólicos («mayor transparencia», «sindicalistas presos», terminar con “los ñoquis”, etc.). Por su parte, el nunca nacido albertismo, fué una continuidad de esa simulación pero con cosmetología y pose progresista,  cerrando así un proceso de 8 años (diciembre 2015 a diciembre 2023) donde se gobernó simulando y estetizando. El costo fué alto.

Y no es que uno se obsesione con la reiteración de ciertas ideas, pero todo parece indicar que el punto más alto del ideologismo, y por ende el más peligroso, se consuma ya no en la cosmetologia macrista de la “modernización” ni la albertista del “Estado Presente”, sino la épica de la severidad de este gobierno. Tanto, que puede hacerse el ejercicio de extraer otra cita de marzo de 2021, que servía para caracterizar al gobierno del Frente de Todos, pero que tranquilamente podría aplicarse a este. En el contexto de las PASO del 2021, sugeríamos que:

lo político experimentó el descenso permanente de hacia los particularismos, en detrimento de las agendas de mayorías, lo que ha generado un deterioro fenomenal en el enfoque de las políticas públicas, que le han quitado prioridad al abordaje de los macro conflictos para orientarse a los micro conflictos. Desde estas anteojeras ideológicas.(…) La orientación de muchas políticas priorizó el sostenimiento de ciertos vínculos identitarios pero en un antagonismo directo con el territorio común, que es el que verdaderamente está agobiado por problemas estructurales de una Argentina que más que resolverlos, los arrastra hacia adelante.”

Decíamos en diciembre que el libertarianismo no podía caracterizarse por análisis de escuadra y compás que teorizan sobre “las derechas mundiales”. Es por lo menos sesgado internacionalizar un fenómeno que, si bien expresa tendencias globales y tiene sponsors de la misma naturaleza,  se define mucho más por razones locales. Pero será tema de otro artículo.

Lo cierto es que el gobierno de Milei es aceleracionista. La mano invisible del mercado se posa sobre una caja de cambios que tiene una sola velocidad. La velocidad del ideologismo. 

Esta es la coyuntura donde prima la dinámica hormonal de un presidente que le prometió a la época de la inmediatez felicidad instantánea y dólares . Las ideas no tienen calorías. La generación de la inmediatez no tiene el hombro de ningún rabino en el cual llorar. Y Argentina no admite más circos sin pan.

Por ahora, más allá del cierre del INADI, el retiro de bustos, y el combate a Gramsci en Twitter la libertad acelera pero no avanza y convierte en opositores hasta a quienes no quieren serlo. Argentina es más impaciente que Twitter, pero todos tienen derecho al fracaso en esta generosa tierra. Después de todo, como dice el presidente, la diferencia entre un loco y genio es el éxito. Es cierto. Lapidariamente cierto.

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