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En el extenso artículo que publicamos el domingo pasado, dedicamos una buena parte a lo que denominamos “La campaña del desierto: interna y después”. Allí hablábamos de la interna del peronismo conurbanizado y decíamos que, en la política actual, el antagonismo puro paga en efectivo; ser el más opositor garantiza rentabilidad inmediata. Pero Sierra Maestra ha visto bajar a demasiados velocistas y Kicillof enfrentaba ese dilema: jugar el partido corto para reposicionarse rápido o apostar a la resistencia metódica.
El gobernador de la provincia de Buenos Aires, aún con un potencial natural por la posición que ocupa en el sistema de poder, intenta gestar una identidad propia pero indefectiblemente es percibido como gerente principal de la marca fundada por CFK.
Resulta exageradamente evidente que refundar el kirchnerismo no es compatible con las “nuevas canciones” de una playlist que el gobernador todavía no diseñó. Sin embargo prepara el escenario con el lanzamiento del «Movimiento derecho al futuro». Una apuesta que parece relevante, como la de Milei, pero quizás aún mas riesgosa. Con intendentes borrándose de la lista de apoyos, silencios que anticipan la colisión, y conclusiones imposibles de sacar. “Derecho al futuro” puede leerse, desde un punto de vista más llano -y tal vez cruel-, como un “derecho a negociar”. Amagues estruendosos para forzar acuerdos. Folklore bonaerense.
En octubre del año pasado, decíamos que este equilibrio tensional, esta suerte de armonía imposible, tenía en el gobernador un blanco fácil de atacar. Sobre todo para quienes bregaban por una polarización que aún hoy consideran indispensable para darle “rumbo” a la unidad. Kicillof hablaba públicamente de fortalecer un «escudo», cuando sus potenciales adversarios internos querían discutir quién portaría la espada.
Cristina insistía en documentos programáticos, en textos que «desmenuzaban el mundo Milei» con un tono analítico/académico. Un tono ya demasiado abundante en la catarata de columnistas especializados en “nuevas derechas” y streamings desde donde personas sin experiencia política bajan instrucciones a dirigentes políticos. En un clima de saturación generalizada, donde el problema no es la falta de comentarios políticos sino la sobreabundancia, las “charlas magistrales” se convirtieron en un VHS de la comunicación política, hecho del que Cristina, finalmente, tomó nota.
El crecimiento de la figura de Cristina en la percepción social como la dirigente «más opositora» al oficialismo movió las estanterías del kicillofismo. Esa suerte de kirchnerismo por otros medios cuyo líder carecía, para muchos intendentes y apoyos políticos, de la pimienta necesaria de quien aspira a ser su propio jefe. “Síganme, no los voy a conducir” era el mantra que parecía consolidarse y aterraba a sus filas.
El perfil opositor de Cristina crece sin incomodar, por ahora, a Milei, que cree estar frente a un incendio controlado cuando la titular del PJ se posiciona en el otro lado de la medianera: el que va del centro a la izquierda. Kicillof, en cambio, necesitaba despegarse de esa sombra si quiere proyectarse a 2027. Pero no será facil.
Para los politizados, esa intensa minoría que vive la política en tiempo real, Kicillof puede ser el líder. Esto incluye, claro, los anillos de empleados y militantes, pero también a quienes lo miran con desconfianza, recordando sus inoportunas coincidencias con el Scioli de 2012 y sus intentos fallidos de emanciparse de la dueña de la marca. Para liderar al resto—esa mayoría que recién se interesará en 2026—hace falta más: el óleo de Samuel, que deberá probar tanto contra CFK como contra Milei. Y se sabe que la política se hace sumando adherentes, no dirigentes. Un arte que CFK ha dominado, hasta ahora, mejor que nadie.
“Nada deseo más que una batalla”, decía Napoleón. Una frase que el gobernador no se tatuaría, pero su madrina política, sí.
Ph: Lourdes Lopez
La provincia de Buenos Aires es, como hemos señalado, escenario de una acelerado proceso de descomposición social con rasgos de anomia. El “fin de los intermediarios” festejado por la Ministra de Capital Humano derivó en el desembarco total de la cultura narco en los barrios. Inseguridad cualitativamente más problemática y violenta. Flagelos originados en capas geológicas de problemas no resueltos, y acelerados por la recesión libertaria.
En ese escenario el peronismo debe metabolizar, de una vez, esta agotadora tensión interna por los terrenos de la abuela para poder volver a ser una opción competitiva a nivel nacional. Pero no desde un mero tacticismo electoral -que lo ha convertido en un mosaico más de un statu quo decadente- sino desde la vocación de apretar el esfínter doctrinario del longevo movimiento cuya esencia filosófica reviste una descollante actualidad. Un peronismo que debe presentarle a la Argentina de hoy un modelo argentino donde el trabajo, el esfuerzo y el mérito vuelvan a ser los ejes ordenadores de una sociedad demasiado atada con alambres. Aún con las tremendas limitaciones que impone la realidad local y global.
Veremos si los perímetros políticos y conceptuales en los que se libra esa batalla significan algo para la sociedad. Porque, como hemos dicho, el peronismo hoy es algo que ocurre dentro de la política, pero fuera de la sociedad. Una fiesta con demasiados patovicas ideológicos para un boliche donde no ingresa tanta gente.
Si Kicillof adelanta las elecciones, el cruel apodo de “jamoncito” que Villarruel le profirió al presidente, podría quedar grabado en su espalda, ya que lo dejaría encorsetado y en la zona de tiro de Cristina, pero también de Milei. Y se sabe que el rechazo es una energía política más fuerte -y a veces hasta útil- que la adhesión.
El anticristinismo ya viene en múltiples sabores: bruto, ilustrado, judicial, mediático. El antimileísmo está en plena conformación, pero promete versiones similares y hasta una “deluxe”. Pero el antikicillofismo comienza a gestarse hoy, y las alquimias y afinidades que le darán forma son de lo más impredecibles.
Esto ocurre mientras el golem argentino transita la hemorragia autoinflingida con el CryptoGate. Bajo el ala de sus dioses y filántropos tecno feudales extranjeros, el presidente recibe una inyección de dopamina cuando Musk festeja sus acrobacias y morisquetas, como si fuese su más divertida mascota. Highligts de la decadencia occidental.
Ph: José Magana
Habrá que ver dos cuestiones con mucha atención. La primera es si en realidad el peronismo se está «dividiendo» o, por el contrario, está generando las condiciones y trazando los límites «jurisdiccionales» para un acuerdo político que lo revivifique. Y segundo (y mucho más importante) si la dirigencia realmente existente, es decir, esta dirigencia, está en condiciones de representar algo más que a sí misma.
La pregunta de cierre es la misma que nos hacíamos en abril de 2024. Con o sin esta batalla : ¿puede el peronismo atravesar su desierto para “atajar” la crisis que se divisa en el horizonte?.
Me es difícil discernir quién debería ser el candidato.
Lo que si tengo claro es que el súper dedo disparando el rayo de la sabiduría ya cansó a fuerza de errar el biscochazo. Plantear la disyuntiva vos o yo o, peor aún, la disyuntiva yo o nadie es la, para mi entender, fórmula del fracaso.