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PH: Ámbito
✍️@zoncerasabiertas
Esta nota NO ES sobre Berni, cuyo estilo «territorial» lo diferencia, pero no le ahorra el hervidero en el que gran parte de la sociedad está. Tampoco es un análisis sobre un episodio lamentable como el de hoy, sino el pensamiento en voz alta acerca de un clima generalizado de bronca y frustración. Una anomia que comienza a crecer aceleradamente.
La nota es sobre una clase política ensimismada que llena sus vidrieras de zapatos que ya nadie compra. Se habla a sí misma. Para usar una metáfora tecnológica, podríamos decir que en este preciso momento la política tiene un “software” incompatible con el “hardware social”. No descifra el código que la conecte con la sociedad, que está sola por otro carril. Lo grave es que esta “sociedad blue” no parece ya esperar demasiado de la política. La indiferencia con lo que la política dice o hace, es un castigo mucho más cruel que el enojo. La apatía es enorme, y todas las fuerzas y partidos del sistema deberán lidiar con este clima de ingobernabilidad endémica.
El principio de autoridad parece resquebrajarse aceleradamente. Claro, el agotamiento social comienza a evidenciarse de maneras rudimentariamente transparentes. El aumento de la inseguridad, la falta de una política clara al respecto, la percepción extendida de que «la justicia» no funciona, el debilitamiento acelerado de los servicios públicos, un retroceso masivo del principio de solidaridad, una informalidad laboral creciente que se transforma en máxima precariedad cuando se desciende en la pirámide social, el aumento de la pobreza, se combinan con la pobre imaginación política de un presidente que se auto percibe exitoso.
Hemos hablado de los saltos ornamentales en la pileta del error dados por el campo nacional durante los últimos dos años. Por ejemplo cuando en marzo de 2022 decíamos que el peronismo está desnudo, porque:
“Hacia adentro, hay una forma preponderante de habitar la política en nuestro espacio que ya cansó. Cansó para adentro y para afuera. Y canso porque funciona como autovalidación del propio pensamiento, como ese lugar de confort que ahorra revisar juicios, paradigmas y posiciones. Claro, es perturbador aceptar que estamos parados en medio de la incertidumbre. Que tenemos cierta orfandad. Desasosiego. Déficit fiscal de conducción política. Que si la vida pandémica nos ha dejado un poco rotos adentro, no tener ese abrazo colectivo del afuera que nos dió la política tantos años vuelve todo aún más tedioso. El peronismo es eso que pasa mientras se esperan los votos de la Matanza, decía este escriba durante los años de macrismo. Hoy es eso que pasa mientras se espera una carta de Cristina. Y naturalmente este indicador del estado del movimiento no es positivo.
El divorcio entre las agendas ideologistas y paganas de buena parte de la dirigencia y los problemas reales de la población parece acelerarse. Cada semana aparecen desvaríos. Algunos son forzados por la complejísima situación global y la tensa situación económica del país, pero otros son saltos ornamentales en la pileta del error. La defensa corporativa de los “kioskos” y las internas sobretelevisadas conspiran contra el ánimo militante. Existe una sensación generalizada de que se transita una etapa donde la administración reemplazó a la política.
La falta de profundidad y sentido nacional en los debates exponen el extravío. La judicialización de la política, el griterío de moralina de periodistas y comunicadores, la repetición constante del esquema grietológico como orientador de los mensajes a la sociedad forman parte de un modelo cultural que también es un modelo mediático de negocios: la espectacularización de la política, la política como circo.”
Añadiríamos ahora, al decir de Carlos Pagni, un circo que tiene cada vez menos espectadores.
El problema llegó hace rato,
el problema, ya llegó
El problema se extiende a organizaciones conducidas por ex jóvenes que no comprenden como ciertos jóvenes no los ven como referencia. A su vez, continúa el agónico espectáculo del progresismo culposo del espacio gobernante, que prioriza el sostenimiento de ciertos vínculos identitarios pero dentro de un antagonismo directo con el territorio común, agobiado por problemas estructurales de una Argentina que más que resolverlos, los arrastra como puede hacia adelante.
Es así que lo político experimentó el descenso permanente de hacia los particularismos, en detrimento de las agendas de mayorías, lo que ha generado un deterioro fenomenal en el enfoque de las políticas públicas, que han abandonado el abordaje de los macro conflictos para orientarse a los micro conflictos . Desde estas anteojeras ideológicas, cada componente de la sociedad amerita una atención específica que se relaciona con su vulnerabilidad histórica como minoría . En simultáneo, esto impacta negativamente en el grado de prestigio social de las burocracias estatales, que parecen haberse elitizado tanto que han perdido el contacto con la realidad de las y los ciudadanos. Todavía existe una burocracia plebeya más cercana a las demandas reales, pero necesariamente está opacada (y por momentos enfrentada) a esa burocracia extraviada que opera los destinos del gobierno.
Es así que lo político experimentó el descenso permanente de hacia los particularismos, en detrimento de las agendas de mayorías, lo que ha generado un deterioro fenomenal en el enfoque de las políticas públicas, que han abandonado el abordaje de los macro conflictos para orientarse a los micro conflictos . Desde estas anteojeras ideológicas, cada componente de la sociedad amerita una atención específica que se relaciona con su vulnerabilidad histórica como minoría . En simultáneo, esto impacta negativamente en el grado de prestigio social de las burocracias estatales, que parecen haberse elitizado tanto que han perdido el contacto con la realidad de las y los ciudadanos. Todavía existe una burocracia plebeya más cercana a las demandas reales, pero necesariamente está opacada (y por momentos enfrentada) a esa burocracia extraviada que opera los destinos del gobierno.
Sumando esto al tipo de liderazgo presidencial («síganme, no los voy a conducir»), se ha ido desmoronando aceleradamente una dimensión fundamental: el principio de autoridad, y con ello, el prestigio de la autoridad pública como herramienta para garantizar cohesión de la comunidad en el marco del respeto por los intereses individuales.
En este Frente de nadie que ya parece una ex alianza en la que cada sector se comporta como clan y ya no existe el más mínimo sentido de compromiso orgánico, queda bajo el reflector lo evidente: una administración sin programa ni mecanismos de conciliación entre sus facciones. La casa de Gran Hermano, donde a diferencia de la actividad política la gracia está en televisar internas, superó a la coalición oficialista en la calidad de los mecanismos para dirimirlas. La oposición no se queda atrás en este agónico espectáculo.
Este peronismo puede dejar de ser electoralmente competitivo, por el simple hecho de que la morfología de las clases medias y populares y su relación con “lo público” se han modificado , sin que el peronismo comprenda del todo en qué sentido lo hicieron. Es quizás por esto, además de por las crudas limitaciones que impone la realidad, que no puede ofrecer, hasta ahora, nada programático en ese sentido.
Algo similar le ocurrió al radicalismo en su momento. Como señalan Vommaro y Gené en su último libro, la pasión radical por la razón del Estado, la ética de la responsabilidad y por qué no la vagancia, los hizo caminar los siguientes dos años en fila india detrás de la imaginación política y económica del macrismo.
Si como señalan Touzón y Zapata, estamos transitando un 2001 por otro medios,¿puede el peronismo ofrecer una salida que vuelva a prestigiar la política como actividad?. Arquímedes decía: “Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”. Entonces, ¿cuáles son los puntos de apoyo con los cuales “mover el mundo argentino” que tanto parece rasparse contra una realidad durísima?; ¿Sigue el peronismo siendo el lenguaje colectivo que expresa el horizonte de excitaciones y pasionalismos de la época?; ¿Está el peronismo en condiciones de “proponer un sueño”?; ¿tiene actualmente la imaginación política necesaria para proponerlo?; ¿Los soñadores de hoy sueñan lo mismo que les dió sentido a su vida ayer?; y lo más importante…Está claro lo imperioso que es para el peronismo volver a una senda doctrinaria que lo devuelva a su hábitat natural, esto es, el de las agendas de las mayorías: orden, seguridad, educación, progreso con mérito social deseable y esfuerzo…pero ¿está a tiempo de hacerlo en este 2023?.