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Finalmente, la candidata de Unidad Ciudadana superó «por un puñado de votos» la torpe campaña de Bullrich (remontada por Vidal) sólo con «la elocuencia de la realidad», y con salvaje persecución judicial y periodística a cuestas. La fuerza liderada por CFK cosechó menos votos que en 2015, pero se consolidó como el espacio del peronismo bonaerense con mayor capacidad de interpelación al electorado. Este hecho concreto si bien la ubica ya lejos de la jubilación anticipada que mal le diagnosticaran propios y ajenos, no invita a nada parecido al triunfalismo.
Se dijo en este blog que secuestrar ese «puñado de votos» fué una mala estrategia del oficialismo en materia de comunicación (a la que se hizo referencia en este artículo). 20.324 votos (0,2%) de diferencia en la carrera por la estratégica senaduría de la provincia de Buenos Aires, es una diferencia mínima en términos cuantitativos, y si bien no invita a triunfalismo alguno, es máxima en términos cualitativos, porque no es lo mismo perder que ganar; en el barrio nos enseñaron así, aunque las operaciones de la posverdad oriunda de otros barrios pretenda (y logre) convencer de lo contrario.
En lo estrictamente electoral, es cierto que las tendencias estructurales de voto no han variado desde 2011. Es cierto que este resultado en las PASO bonaerenses no alcanza para proyectarse ni a octubre ni a 2019 con una expectativa tranquilizadora, pero tampoco alcanzan para que muchos reincidan -desde el domingo 13 de agosto a las 21hs- en el viejo y peludo deporte autoinflingido de la gambeta autocrítica (mal entendida), esperando que algún día dé vaya a saber qué resultados.
La autocrítica bien entendida es la transitada por Jorge Taiana, cuya coherente conducta política, personifica un horizonte de lo posible. En un reciente reportaje del Diario La Nación, ha señalado:
-Cristina propone hablar del presente. ¿No debería empezar por una autocrítica?
La autocrítica no pasa por decir qué se hizo mal. Se trata de mostrar que uno ha cambiado y dar cuenta de las nuevas realidades. La presentación de Unidad Ciudadana, la preocupación por representar a distintos sectores y la reflexión sobre la relación entre ciudadanos y partidos tradicionales muestran esa capacidad de reflexionar.
(…)- ¿No deberían hacer una autocrítica sobre la corrupción?
Centrar el tema en el pasado es esconder un poco el presente. Tenemos un presidente que asumió procesado y fue absuelto a los pocos días. La semana pasada la Cámara cerró la causa Arribas, un escándalo extraordinario. Hay temas del presente que están gritando que se los considere: el caso del Correo, Avianca, los Panamá Papers.
–El año pasado usted dijo que el gobierno de Cristina «empezó con un 54%, perdió aliados, se peleó con los sectores medios, parte del movimiento obrero y se encapsuló bastante».
Por encima de las diferencias que tengamos sobre el pasado, existe una convicción profunda de que sólo la unidad de la mayoría de los argentinos y sobre todo de los sectores más humildes permite evitar que el gobierno de Macri siga avasallando derechos y afectando el tejido social y productivo. Estas elecciones son importantísimas, porque el Gobierno busca relegitimar el mandato de 2015, para avanzar con más poder sobre una serie de derechos.
Pasada la autocritica, y dada la situación que pone a Unidad Ciudadana en la urgencia de atraer los votos que faltan, diremos que esos votos no son los de Cristina, cuyo electorado talibán es un capital político invaluable en tiempos de volatilidad electoral. Los votos que faltan son los de Unidad Ciudadana en su conjunto, es decir, aquellos que el magnetismo de la ex presidenta no logra atraer, pero que sí podría atraer la figura de Taiana, insospechado de «fanatismos melancólicos», y cuyas probadas cualidades y trayectoria lo ubican como un «gentleman político» a nivel electoral.
En lo inmediato, quizás el propio concepto de elecciones de medio término nos rescate de sobreestimaciones y subestimaciones, y nos invite a pensar que se requieren análisis también de medio término, y no apresuradas conclusiones sobre el mediano y largo plazo. La unidad del peronismo, de momento es una urgencia que en el presente cobra, naturalmente, la forma de entelequia más declamada que efectivamente lograda. El horizonte de mediano plazo dependerá de la capacidad que tengan las dirigencias (y las militancias) para trazar acuerdos elementales por sobre diferencias secundarias, y cuyo eje sea construir una nueva mayoría con peso en el parlamento y con fuerza en la calle. En definitiva, la cuestión está en la disyuntiva de: o parasitar como «los partidos del No» (no a Macri, No a Cristina), o de construir una opción con verdadera vocación opositora a mediano plazo, pero también con auténtica vocación de gobierno a largo plazo.
Para los que todavía no han comprado féretros para nadie, ni pegarse con el martillo en los dedos con fatalismos sofisticados, ni minimizar o ridiculizar al enemigo, son buenas estrategias políticas, en tanto ambas obstaculizan la comprensión de la coyuntura. Esta última requiere revisar también el comportamiento de ciertos comunicadores que salieron con críticas descarnadas a lo que presentaron como eventual “fraude” (cuyo revoleo arroja dardos al propio sistema electoral), y toda crítica es portadora de diagnóstico que, al hacerlo, opera también para construirlo; la probada receta de la profecía autocumplida. Pero claro, el periodismo no tiene la responsabilidad de captar votos, porque no se somete a elecciones, pero si debe tener responsabilidad en las lecturas con las que que construyen sobre ellas, porque son orientadoras de sentido para muchos.
Construyendo sentido desde la realidad concreta se podrá salir de los mensajes del periodismo sunita, y ponerse a trabajar con discursos más útiles sobre ese tercio de votos no Stolbizerianos de «1País», sobre algunos puntos de «Cumplir», más ese 2% adicional que no votó en las PASO, pero que en octubre seguramente lo hará.
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