bandera-ancap-milei-sostuvo-el___0i9ZiuHk_720x0__1

Libertarios: ¿estudiantina o amenaza electoral?

Tiempo de lectura 5 minutos

Existen posturas ideológicas sobre televisadas que motorizaron algunas lecturas al respecto. Ocurrió con los análisis sobre la figura de Milei, un emergente de la cultura border “antisistema”, cuyo polo de influencia cultural nace de un mundo digital donde la “pospolítica” y el discurso “anti casta” circula por los tejidos nerviosos de toda una comunidad de youtubers, influencers, fandoms, etc. 

El streaming y las tecnologías asociadas al electorado más joven (el 90% de las búsquedas en YouTube son hechas por menores de 30 años), alimentan nuevos modos digitales de circulación de la información y de construcción de discursos e identidades en la conversación pública. La politización fast food que habilita la red (de la que he hablado en este artículo) se combina con el lugar de confort que caracteriza la subjetividad indignada de la red: los usuarios negocian el simplismo de la inmediatez por reconfirmación permanente en la propia creencia. Esto favorece la radicalización de las posturas, que es vendida por quienes comandan ideológicamente estos espacios como una “épica anti casta política”.

Es así como un youtuber asociado al discurso “irreverente” y “anti progre” como Emmanuel Danann, tiene más de un millón trescientos mil suscriptores en YouTube; Agustín Laje, de la misma fauna ideológica, casi un millón cien mil; “El Presto” -con un enfoque más border- o Nicolás Marquez, tienen  más de trescientos mil. Influencias de esta índole, sumadas al consumo irónico de ciertos tópicos y personajes del ultraderechismo de salón, más los algoritmos de “recomendaciones” de teorías conspirativas, son determinantes en la creación de atmósferas, climas y ciclos de conversación que “prenden” en ciertas audiencias. 

En este marco, la opción libertaria parece disputarle tanto a la izquierda trotskista una franja de la juventud -con un incipiente éxito- como al macrismo su núcleo más visceral -los desencantados con la “moderación” larretista-. Ahora bien, de ahí a que el espacio que representa el libertarianismo pueda constituirse como  opción con posibilidades electorales de conducir los destinos nacionales, hay un trecho. 

La figura rockstar antisistema que trabaja Javier Milei gana lugar entre franjas juveniles urbanas porque no les vende que es necesario el sacrificio por el otro. Se puede emprender y “joder la casta política» sin ensuciarse. La estudiantina antisistema de traje y corbata puede ser más atractiva que la de la hoz y el martillo. Pero es una hipótesis que el tiempo corroborará, o no. Lo cierto es que la mayoría de los análisis y mensajes de campaña abordan a “la juventud” como si existiese una linealidad, como si no hubiese una juventud comprometida con ideas de justicia social, con demandas que no tienen que ver con irse del país, rapear en un skatepark, o tomarse una IPA, sino con el acceso al trabajo, a la primera vivienda o a una mejor calidad educativa. Pero este es un tema más amplio, para abordar de modo más específico. 

Retomando la caracterización del emergente libertario, vale señalar que la base ideológica autopercibida por este espacio es el “verdadero liberalismo”, lo cual le da una suerte de carácter de fracción vanguardista e iluminada, que exige “volver al liberalismo real” (el de hace un siglo) para “volver a ser potencia mundial”. Una mirada museológica, pero con pretensiones de futuro, que no sólo afecta el pensamiento de estos sectores, sino de muchos otros. Ahora bien, pasemos a definir esta base teórica en líneas generales, y observemos brevemente qué es el liberalismo en materia de ideas. En lugar de ser una teoría política, el liberalismo es una teoría crítica de la política. Vincula lo político con lo ético, para subordinarlo a lo económico. No podría decirse entonces que hay política liberal en sí, sino crítica liberal e hiper individualista de lo político, que es una crítica a la limitación de la libertad individual. 

Como vemos la doctrina no varía. El chivo expiatorio preferencial es el Estado –la esfera pública, del “nosotros”– administrado por una “casta” política que vive a espaldas de la “gente corriente” , lo cual genera una identificación por oposición, es decir, la “libertad avanza” con “todos aquellos que no son/somos casta política”. La espada es el discurso de mercado: la esfera privada, del “yo”, que se vende como “la libertad”. Buena jugada. Cuando el  individuo es la medida de todas las cosas, el resultado es siempre la guerra de guerrillas individual contra la comunidad. La fórmula utilizada es conocida: conducir es indignar. Dicho en otros términos, la técnica es ampliamente conocida en la política nacional: la moralina usada contra la moral nacional.

Pero en definitiva, ¿el libertarianismo es un emergente que debe preocupar al sistema democrático?. Es evidente que las actuales circunstancias han generado en una parte de la población una temperatura social de ira y de frustración. Existe un cansancio social más o menos pronunciado con el imaginario del progresismo culposo a la hora de vincularse con valores como el orden, la seguridad, la movilidad social ascendente con dinámica de méritos deseables para la realización de la comunidad (trabajo, esfuerzo, dedicación) y demás cuestiones que hacen a la representación de mayorías sociales. Ese es un terreno fértil para la pedagogía antipolítica, de la cual el envase más fresco viene en forma de libertarios, pero el mayoritario tiene forma de macrismo. Claro, en política no existen espacios vacíos. Alguien los ocupa. Y el macrismo se sintió muy cómodo aportando soluciones facilistas (o “por derecha”) a problemas complejos. 

Libertarios y Liberales son, por el momento, epifenómenos urbanos y más viscerales de una cultura política matriz, el antiperonismo, que encontró en la ideología macrista un bazar de ideas pobres, pero que electoralmente funciona bastante mejor que las demás para expresar la líbido de cualquier antiperonista del siglo XXI. Lo que sostenemos aquí es que, no es que el peronismo sea tan creativo, sino más bien que la imaginación política opositora todavía parece demasiado estrecha como para generar un “populismo antipolítica” encabezado por la fracción libertaria. Si pudo generarla, fué a través del PRO. 

El crecimiento de la antipolítica no es nuevo en el país, y el monitoreo de su evolución debe formar parte de nuestras principales preocupaciones. Pero debemos comprender que ese crecimiento puede combatirse con más y mejor política. Con más realizaciones concretas. Y con menos subestimación y más comprensión de las demandas reales de  las y los jóvenes.

3 Responses

Add a Comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *