medio tono ZONCERAS 2

La venganza del espectador

Tiempo de lectura 7 minutos

@zoncerasabiertas

“La dirigencia política -dice estaba tan asustada con el clima social y el reclamo del «que se vayan todos» que muchos legisladores iban vestidos de sport al Congreso, y una vez ahí tomaban el traje que habían dejado colgado en sus oficinas y se lo ponían antes de las sesiones. Al finalizar la jornada volvían a dejar el traje en el perchero, llamaban un taxi y, tan subrepticiamente como habían llegado, volvían a irse con su ropa sport.” 

Jorge Remes Lenicov (Ex ministro de economía de Duhalde) – «115 días para desarmar la bomba»

En la serie «Severance» , los empleados de la corporación Lumon Industries se someten a un procedimiento quirúrgico que divide su conciencia en dos: una laboral y otra personal, incomunicadas y desconocidas entre sí. Esta dualidad extrema refleja una fractura profunda en la identidad y la percepción de la realidad, elegida para evitar enfrentar un dolor profundo. En el caso del protagonista Mark. S., se trata de un duelo. De manera similar, la política argentina actual parece haber experimentado una separación propia, donde las élites dirigentes y la sociedad real operan en esferas completamente separadas, incapaces de comunicarse o comprenderse mutuamente.

Sucede que después de los 8 años  que abarcan los gobiernos de Juntos por el Cambio  y el Frente de Todos, esa edad geológica de la política como  cosmetología,el apego al ritualismo con un sistema de decisiones del que participan siempre los mismos pocos, la aceleración digital y la precarización general de la vida. Fermentos locales de un fenómeno global en el que la frustración acumulada se tradujo en desconfianza estructural hacia todo “lo intermedio”: partidos, sindicatos, medios. El “sistema” amplió aceleradamente los rangos de distancia con “el afuera”.

La corriente social libertaria aprovecha políticamente el contexto y camina los arenosos suelos del malentendido entre política y sociedad. Pero Milei no es la causa, ni mucho menos la solución, sino el emergente de esta fractura profunda en el escenario argentino. Y lo lee, hasta ahora, mejor que ningún otro dirigente político de la actualidad. 

Venganza

Es un tema multi tratado en este espacio. Habitamos un tiempo donde la vara quedó tan baja que cualquiera “se le anima” a la política. Se sabe. Cualquier periodista o influencer puede soñar —con algún apego a la realidad— con ocupar un rol de referencia en el desierto de ideas de la actualidad. Es que el fenómeno Milei abrió una tranquera general.

Apareció —a nivel mundial— una oportunidad simbólica de «ajustar cuentas» con algo que se miraba desde afuera. Pasarle factura a una dirigencia incapaz de comprender nuestros problemas. Que perdió el gusto por la discreta satisfacción de la cosa bien hecha. Como esos jugadores de fútbol indiferentes a si los aplauden o a si los insultan, cuyos signos vitales no se perciben. La venganza de los plateístas; también.

En términos más generales, los flujos de la vida se confunden con los flujos digitales. Los likes con votos y las audiencias de marketing digital con una cartografía electoral. La simetría artificial que produce la digitalidad, cuyos residuos se evidencian —por ej.— en la equivalencia entre tuiteros y un político de carrera que ha tomado decisiones, es parte del problema actual. Es la política arrinconada en el banquillo de los acusados.

Muchas iras acumuladas, contenidas demasiado tiempo. El caldo de cultivo para que haya madurado una firme desconfianza hacia instancias intermediarias como los partidos políticos, sindicatos, corporaciones diversas y también hacia los medios de comunicación tradicionales, de cuyas ruinas surgieron los formatos de comunicación digital que hoy proliferan por todo el paisaje de redes. ¿Quién quiere ser influencer cuando sea grande?.

Después de todo, si la política profesional era «eso», entonces todos podemos decirle a “los políticos” lo que deben hacer y cómo hacerlo. El tiempo de los comentaristas, con o sin experiencia. Un ruido blanco donde el silencio no genera buenas métricas. La saturación de la que este mismo artículo participa.

La venganza del espectador prevalece como marca de época. Una época cimentada en un ciudadano/votante consumidor que elige productos políticos según sus preferencias inmediatas. Martín Rodríguez lo sintetiza bien, y dice que el abandono progresivo de la construcción política alrededor de grandes relatos colectivos terminó reduciéndola a un acto de identificación narcisista.

El problema radica en que la dirigencia con mayor alcance ha tomado nota de esto pero no para transformarlo positivamente, sino para consolidarlo contratando consultores que le ayuden a copiar la fórmula. No tengo un discurso para «los jóvenes» pero tengo Tik Tok. No tengo gestión pero tengo un reel con muchas visualizaciones. Una dirigencia consultor-dependiente, enamorada de sí misma pero separada peligrosamente de la sociedad.

No obstante, vale señalar que la actual corriente antipolítica es una rebelión contra la teatralización de la política, y no contra la política en sí. Quien mejor interpreta esto es, naturalmente, el gobierno. Un gobierno que ya es una vieja novedad y que ante este estado de cosas refuerza su posición. Sabe que una parte importante de la sociedad aborrece la presentación en góndola de todo lo asociado al peronismo/kirchnerismo (cuya separación semántica solo es útil para impostaciones digitales). También lo supo el macrismo, aunque el paso del diagnóstico a la práctica no le funcionó tan bien. «Le ganamos al peronismo, pero nos encontramos con la Argentina», decía un ex funcionario cambiemita citado por Mariana Gené en su libro La rosca política.

Decíamos en febrero de 2024 que el golem sabe que estamos frente a una crisis de los representantes, no de los representados. Pero quizás confía demasiado en que saldrá ileso de la misma, como si todavía lo protegiese el agua bendita impune de las pantallas. Ya hemos advertido el peligro de un estallido de frustración social de consecuencias imprevisibles por acumulación de capas tectónicas de frustraciones sucesivas. En abril de 2023 cuando escribíamos acerca del delicado arte de escupir para arriba, planteaba que:

quienes cabalgan la afiebrada senda de la radicalización escupen para arriba, porque no escapan a la densidad de un clima que los sobrepasará: el agotamiento colectivo  marcado por el cúmulo permanente de frustraciones producto de la injusticia social.”

Por eso es probable que la política en general y el peronismo en particular puedan salir del rincón con argumentos surgidos de la práctica política real. Poner en valor el cara a cara. El encuentro. Lo genuino que se cierne en sus bases, y que se contrapone diametralmente a su superficie. Solo así se recuperará la imaginación política perdida, sobre todo en el peronismo donde buena parte de su dirigencia padece del mismo mal que esas clases medias ilustradas que lo han copado: la inautenticidad. Los discursos clipeados. La narración de laboratorio.

Al final, quizás la venganza del espectador no sea otra cosa que la respuesta a la soledad masiva frente a las pantallas. Un narcisismo de masas que celebra su propia clarividencia, mientras profundiza su descenso al egoísmo más autodestructivo.

Una paradoja dolorosa para un movimiento cuyo origen histórico es exactamente lo opuesto: una fuerza nacida del calor popular y las raíces sociales más profundas, surgida para desafiar al statu quo político decadente de su época; hoy tiene el desafío urgente de encontrar nuevos símbolos y nuevas formas para volver a encarnar su razón de ser.

En ese contexto la apuesta libertaria es intoxicar el ambiente para ser la minoría más intensa de las minorías. El de la oposición, conseguir niveles altos de adhesión y cohesión política acordes al estado de fragmentación y precariedad de la economía real. Conectar con otras expectativas, otra sociedad. Tomar nota de lo invertebrada que se ha vuelto la «columna vertebral».

El pasaje de la contemplación de la sociedad sobre la que el peronismo edificó su identidad —salarial, cohesionada, reconocible, con símbolos compartidos— hacia la sociedad actual, mucho más fragmentada y compleja, puede ser difícil. Pero es urgente.

Add a Comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *