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«El NO seguramente va a ganar esta noche, pero el futuro no les pertenece. El siglo XXI es el siglo de la mujer, el que no entienda eso, va a quedar afuera de la historia.»
Miguel Angel Pichetto – Intervención en el senado por la ley de IVE.
«¿Quieren saber quienes me hicieron cambiar de opinión? Fueron las miles y miles de chicas que se volcaron a la calle. Verlas abordar la cuestión feminista. Verlas criticar pero también describir la realidad de una sociedad patriarcal nos debe colocar a todos en un lugar distinto.»
CFK – Intervención en el senado por la ley de IVE.
Desde este blog venimos insistiendo en que el gran flagelo que sufre nuestra sociedad es el de la pauperización sistemática del debate público, administrado por un inmenso dispositivo que reduce las discusiones y encorseta las tensiones ideológicas en un juego infantil y caricaturizante.
Los grandes enemigos del debate político son la formación política fast food, la holgazanería intelectual, la indiferencia con la esencia de las cosas y la dictadura mediática de la novedad, que han convertido las categorías (las políticas sobre todo) en nominaciones tan descafeinadas, genéricas y polisémica que todos los conceptos se desusntancializan para ingresar en los huracanados vientos del berenjenal ideológico, donde el ciudadano promedio termina delirando de fiebre. El termómetro marca en las axilas de esa opinión pública afiebrada la temperatura política en la que se dió la discusión sobre la interrupción voluntaria del embarazo.
Es claro que esta lógica no permitirá jamás a la sociedad entender la cuestión de la IVE como un tema de salud pública, sino que por el contrario, se la seguirá triturando en la presentación del tema como una gerra de trincheras entre quienes se acercan a la Iglesia y quienes se alejan, entre progresistas millenials y torpes conservadores (todos adictos al marxismo cultural de Netflix), entre “bandos” de países morales distintos que, sin embargo, confluyen sirviendo por igual a la maqueta grietológica funcional al oprobio colectivo.
Sin embargo, el dato de la realidad es que está cambiando la conciencia de ser mujer. O sea, de la mitad de la raza humana.
Lo cierto es que más que legalizar el aborto, lo que la demanda social representada por el pañuelo verde invoca es regularlo, más allá de las bondades o defectos técnicos del proyecto de ley rechazado. Rechazado, vale observar, por un senado que en esencia representa a las provincias, donde el nervio de la Argentina tradicionalista y católica se expresa también. Un conservadurismo que también mostró capacidad de movilización en buena parte del conurbano, donde el discurso pastoral de las iglesias evangelistas – actor político central de años venideros- pesa fuerte.
Desde el punto de vista cultural, colisionan dos plataformas. Por un lado, el laicismo, la lógica científica y el argumento prevalecen en pos de la libertad individual, pero también en pos de la organización colectiva de las mujeres. Por el otro hay todo un sector que podríamos denominar conservador-tradicionalista, identificado por oposición, es decir, que rechaza de cuajo ese esquema de civilización, y cuyas orientaciones se vinculan con el tradicionalismo como identidad colectiva, comunitaria, aunque sin demasiados argumentos comunitarios y colectivos para rechazar la despenalización del aborto. Por esta razón, la postura conservadora vence en el senado, pero no convence, y de no incorporar densidad argumental a su esquema será derrotada en menos de 2 años. El discurso escuálido de algunos senadores, casi rayando el delito, parece ir en dirección de ese derrotero.
Sin embargo, el pañuelo celeste cobijo a un actor social que no es nuevo, pero está organizado de nuevos modos. Por un lado, diremos que sería un error mirar a este heterogéneo sector social bajo el prisma Sarmientino porteñocéntrico. Esto significa que se pueden apoyar las políticas que amplían derechos hacia las mujeres sin caer en un cosmopolitismo urbano, civilizatorio, extremadamente elitista y peligroso.
Por otra lado, hay una incomprensión cabal del fenómeno feminista en buena parte del arco político, en tanto se le niega al feminismo el carácter de actor político, y se lo reduce, o bien a un estornudo tardío del mayo francés, o bien a un proyecto rupturista financiado por la sinarquía internacional. Recordemos, entonces, cuando los ilustrados y bienpensantes estómagos de mariposa niegan a los trabajadores la adhesión al peronismo, ridiculizando y subsumiendo la misma a una mera cuestión clientelar y/o de falta de «conciencia de clase».
El feminismo ha dado una lección de organización política y articulación con sindicatos y organizaciones para llevar su demanda al centro de la escena. No obstante, como bien sugirió Cristina Fernández en su intervención, el eficaz pragmatismo político del colectivo feminista no debe limitarse sólo a la causa defendida, sino que debe instalar con la misma fuerza otras agendas que ya forman parte del movimiento, como lo es la brecha salarial entre hombres y mujeres por la misma tarea. Vale recordar que (con sus falencias) el peronismo consiguió el voto femenino, el divorcio vincular, tuvo su partido peronista femenino con unidades básicas propias y manifestaciones multitudinarias. Peronismo y feminismo forman parte, en este sentido, de la misma lucha.
Al interior de la fauna politizada, el rol pedagógico del feminismo ha sido la de responder en la calle la pregunta si la despenalización del aborto debía interpretarse como una política imperialista de control de la población o como una política de salud pública, es decir como una reivindicación liberal individualista o como una medida que amplía los derechos de las mujeres.
Ni bien inició el tratamiento parlamentario de la IVE, el diario La NACIÓN, sostuvo que “abrir esa discusión en esta coyuntura le puede servir a la Casa Rosada para sacar del primer plano el debate sobre la economía, la inflación o la protesta social”. El rédito político del macrismo no depende del evento que utiliza para dividir al campo opositor, sino de la capacidad o incapacidad del campo opositor para no dejarse dividir, sin desatender su deber de representar demandas sociales, como lo es la IVE.
El laberinto de las fuerzas políticas radica en, o bien reforzar las posturas facciosas y divisionistas a través del negacionismo de un fenómeno potente, o bien brindar los vectores necesarios para evitar la balcanización del heterogéneo campo nacional – popular, ampliar derechos y construir unidad para la justicia social. Esto significa, en términos de acción política, expulsar para debilitar, o incorporar para fortalecer. Porque, desde el punto de vista sociológico (que debe ser sustrato de lo político) , estamos en presencia no de una moda, sino de un hecho social que, por definición, muestra su fuerza cuando se intenta ir contra él.
El senado perdió anoche la posibilidad de ofrecer un proyecto alternativo que siente la base jurídica para que la IVE sea una conducta despenalizada y desalentada a través de una política de Educación sexual integral. Las mujeres ganaron una batalla en las cabezas.
*El autor de todos los artículos de este blog es Licenciado en Sociología (UBA).
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