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«Los perdedores de las guerras más importantes en la Historia Moderna lo fueron porque sobreestimaron su destreza y no consiguieron superar la solidez estratégica y la capacidad de aguante del enemigo.»
Cathal J. Nolan, profesor de Historia Militar en la Universidad de Boston. Es el autor de ‘La seducción de la batalla: una historia de cómo se han ganado y perdido las guerras’ (2017).
Además de estar en el medio de la crisis mundial más importante de los últimos tiempos a nivel global, estamos asistiendo -otra vez- a un nuevo proceso de desestabilización local. Este se vale de la desinformación masiva y de una aceitada estrategia para fomentar los internismos en el gobierno. Nada nuevo, sino la vuelta fuerte al juego de los cerebros que dejaron el gobierno en diciembre de 2019.
Desde el punto de vista estratégico, la oposición no inventa la pólvora, sino que retoma el destino manifiesto de la política cooptada por corporaciones de toda índole. La receta no varía. Tal como lo describe un querido amigo y escriba, se insiste en el proyecto de una oposición «a la venezolana»: envenenada, intransigente, copiloteando la fiebre de las redes sociales. No obstante, desde lo estrictamente político, esta oposición no tiene una estrategia clara – por ahora- para maximizar sus chances electorales. Su objetivo (el de esta estrategia) es simplemente golpear y debilitar al gobierno. Nada más. Pero nada menos.
Otra vez el huracanado viento del viejo y peludo “arte de dividir». Nada nuevo, pero a mayor velocidadm en el marco de una situación mundial extremadamente delicada, embriagada por el consignismo del hashtag, la velocidad de circulación de información, y con un humor social bombardeado a control remoto. Nada en su justa medida. Nada armoniosamente. Y claramente, la vida politizada en red representa un universo mucho más acotado del que parece. No obstante, el momento actual requiere una actitud del campo nacional a la altura del desafío.
Vale decir que este «arte de dividir» no es producto de las estrategias maquiavélicas de un asesor caro. Nunca lo fue. Tampoco es resultado de la miserabilidad de un esquema de medios envilecedores de la opinión pública, que trabajan para destruir cualquier atisbo de conciencia nacional desde 1810. Lo importante es comprender que el rédito político del antiperonismo (hoy difuso en su embalaje pero homogéneo en su contenido) no depende del evento que utiliza para dividir al campo nacional, sino de la capacidad o incapacidad del campo nacional para no dejarse dividir. De esos anticuerpos depende, en gran parte, el destino del país.
En este contexto, las y los paladares negros de nuestro querido movimiento debieran resignar esa actitud adolescente de reclamarse críticos y «anti obsecuencias», al calor de la métrica de la chicana twitera. Por innecesario. Por inconducente. Porque acercar posiciones resulta mucho más imprescindible que radicalizar diferencias. Mantener la unidad ante la afrenta del adversario es el único camino para aumentar el volumen político del gobierno, y otorgarle mayor densidad a las lineas de acción venideras. Hablar de nuestros proyectos y políticas, y no quedar encorsetados en una estrategia constantemente»defensiva». Hablar de nuestros proyectos y políticas, y no quedar encorsetados en una estrategia constantemente»defensiva» puede resultar una buena táctica para salir – otra vez- del laberinto por arriba.
La historia demuestra que la política es una película agridulce basada en largas guerras de desgaste, y no tanto una sucesión de fotos epicas basadas en batallas heroicas. De está última interpretación se alimenta la dinámica mediática, basada, naturalmente, en el entretenimiento más que en la realidad.
Si esto es asi, la dinámica política sale de la lógica liberal de poner al sujeto excepcional, al «héroe» como centro explicativo del curso de los acontecimientos. Individuos elevados a la categoría de «genios» que ganarán batallas «decisivas». Y quizá sea en este sentido en el que más se pueda aprender de los errores y mantener la unidad en todos los planos para cuidar el gobierno más que nunca. Porque la dinámica política es la dinámica del desgaste, no de «la batalla decisiva».
Transitar inteligentemente las operaciones del minuto a minuto sin morder el anzuelo y manteniendo la unidad fué una de las clave del triunfo electoral. Y será la clave política de estos meses. Difíciles meses.
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