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A CONFRONTAR CON EL MACRISMO

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La abundancia del comentario político hace que uno intente, por lo menos, ser lo más sincero posible a la hora de plantear alguna cuestión. Claro, la originalidad no se las puedo garantizar, pero intentaré vertir algunas ideas ya planteadas en otros artículos, que puedan servir de ejes ordenadores en una coyuntura que se presenta tan dinámica como tensa.

A la fecha, se ha logrado construir un frente (Frente de Todos). Ese frente cuenta, en su vértice de conducción, con la fórmula F-F, una fórmula con la que el movimiento nacional señala 2 cosas:

a) que la despolarización es la táctica a seguir, por lo menos en términos coyunturales.

b) que existe una realidad adversa con la que hay que negociar de modo eminentemente político, es decir, teniendo en cuenta las relaciones de fuerza vigentes hoy desde una perspectiva de poder.

A este intento de despolarización, la oligarquía gobernante le ha opuesto, con la incorporación de un hábil negociador y comunicador como Miguel Angel Pichetto, un intento de vuelta a la estrategia de polarización bajo el ropaje del «consenso con todos», excepto con cualquier atisbo de kirchnerismo. Sin embargo – por ahora- el oficialismo sigue comunicando, con más o menos decoro «republicano» el mensaje monolítico del No: no al pasado, no a Venezuela, no al populismo.

Por otra parte, nuestro olfato indica que empieza a evidenciarse la estrategia de «brasilerizacion de la campaña» de los amarillos. Fieles a su vocación de empantanar la cancha del debate público. Dirigen sus dardos envenenados al efectivo arte de dividir. Dardos que a veces no parecemos estar tan preparados para esquivar, sobre todo a nivel dirigencial. De ahí que en pocas horas se vea que los esfuerzos del conductor político de Juntos por el Cambio (Piketo) estén dirigidos a transformar la fórmula FF en un espejo del derrotado PT de Brasil.

La tensión y agotamiento emocional que todo año electoral conlleva para los politizados, hace que con cierta cautela uno no desestime la variable saturación informativa y su efecto en los no politizados (la mayoría del país) en esta elección. El hartazgo puede pesar tanto como la heladera, y orientar la conducta electoral para donde nadie espera. Pero esto es tema de consultores y politólogos.

Lo que se pretende señalar aquí es que los tiempos de candidaturas no agotan los tiempos del debate político, pero sí señalan, en el aquí y el ahora, que la prioridad es robustecer la campaña de la fórmula que aparece con mayores posibilidades de desterrar al macrismo de Balcarce 50, en el acotado campo de opciones del tablero electoral. Esto significa que para el peronismo con vocación de enfrentar a Macri, el eje al que debe estar dirigida la confrontación de ideas debe ser, a nuestro humilde entender, Macri.

Diremos entonces que el inconveniente de priorizar los debates ideológicos en el marco de una campaña hipermediatizada, con -malos- periodistas administrando la palabra pública para fines comerciales y/ divisionistas, es que las corrientes políticas que pretenden darlo con cierta densidad no pueden ser sólo expresión de posturas intelectuales, sino de movimientos sociales que las sustenten. Esto es, se puede tener razón, pero no quedarse gritándola en el desierto por más tiempo del necesario, sobre todo teniendo en cuenta la aridez y crueldad de la fauna del desierto en año electoral.

Lo anterior no anula la realidad que desde un sector del peronismo más «ortodoxo» se apunta: el hecho de que un país donde gran parte de los cuadros e intelectuales de jerarquía del movimiento nacional gustan más de Marx que de Perón, de Gramsci que de Kusch, tendrá mas dificultados para elaborar un pensamiento situado que fortalezca un modelo argentino de ideas esto es, un andamiaje ideológico que de sustento y acompañe a un real proyecto nacional. La lectura de distintas cosas nutre, pero el olvido y descarte del peronismo como doctrina, pensada para oponer la idea de comunidad a la de atomización e individuación que propone el neoliberalismo, es un hecho a remediar con urgencia en la formación de cuadros. Las bases tenemos que fortalecer nuestra cohesión.

En un mundo donde los nacionalismos resurgen, los vectores doctrinarios del peronismo deben ser la base para recrear comunidad, para construir – como bien señala nuestro Papa Francisco – ese poliedro irregular donde ninguno pierde su individualidad por formar parte del «nosotros», que nos trasciende como individuos. De no hacerlo, esta carencia traerá más esterilidad al pensamiento político argentino. Y esto se debe también a la poca capacidad de actualización doctrinaria que ha tenido el peronismo en las últimas décadas, acorralado por la urgencia y el pragmatismo después de semejante ruptura del tejido social. Es decir, acorralado por prioridades ineludibles, como las de hoy, donde, reitero, aparece como necesidad tomar un posicionamiento claro en los enfoques de campaña, dado a que los campos políticos en pugna ya aparecen delimitados.

DOCTRINA Y ADAPTACIÓN

Como decíamos en el ya citado artículo, es probable que la lógica algorítmica de la cámara de eco, con sus reglas y modismos, haya colonizado la dinámica habitual de la conversación en general, y de la conversación política en particular, para degenerar en lo que bien señala Gabriel Fernández cuando habla de la hegemonía de las voces que representan núcleos duros y de la censura ante la diferencia, esto es, el no debate. En este sentido apuntamos que, si tal como señalan algunos consultores adeptos a las ideas de globalismo, el individuo es el protagonista de la política actual, está máxima atraviesa transversamente el campo de la micro militancia opositora, y se materializa en la evidente vocación de figuración individual que tanto se denuncia para el otro lado. Existe, hay que asumirlo, un «ethos» de red que fomenta la individuación y la parcelación de la opinión. En términos de debate político cada parcela/individuo ingresa en el desafío al propio ego de elaborar un comentario lo suficientemente adecuado para conseguir reforzar la parcela a través de la aceptación por parte de la propia “tribuna”, para inmediatamente tomar el látigo y castigar al «otro” sector “que nos llevó a la derrota”. Este es, más o menos, otro de los núcleos problemáticos en términos de debate interno dentro del movimiento nacional.

Es claro que, en tiempos de desplazamiento de lo ideológico a lo emocional, volatilidad y demoscopía, el esquema interpretativo y práctico de un espacio nacional no puede ser el de 1945. Por esto vale siempre recordar que la dinámica adaptativa de una inteligente transigencia, es lo que ha mantenido viva la capacidad del movimiento para representar mayorías, es decir, para ampliar su base electoral en el marco de un continuo de transformaciones en el tejido social del país, que modificaron identidades, formas de interpelación, y también la relación que mantiene el electorado con las representaciones tradicionales.

Esto significa también que, para defender toda convicción en los mares líquidos de la modernidad, se lo debe hacer de modo francamente político, y no desde una visión melancólica, estática y museológica. Es que, como único portador de una doctrina, el peronismo se encuentra en la encrucijada de una actualidad en la que debe demostrar que, efectivamente, está en condiciones de dar los debates contemporáneos, de orientar sus sentidos y de construir horizontes que vuelvan a movilizar anhelos sociales mayoritarios. Para esto necesita aumentar el número de sus cuadros políticos, volver a «hacer escuela», y desde una posición de mayor volumen en este sentido dar los debates internos necesarios para evangelizar la doctrina encontrando nuevas formas y pedagogías para comunicarla.

Se ha dicho en un artículo anterior del blog, ya habrá tiempo para dar esos debates subyacentes, donde el peronismo, desde lo cultural, deberá estar en condiciones de brindar, también, la salida “por arriba”. Deberá debatir con robustez con ese cosmopolitismo urbano, civilizatorio, extremadamente elitista y peligroso, que lleva al perpetuo vagabundeo por el extenso pero inconducente campo que enmarcan las ideologías teledirigidas. El peronismo, como doctrina cargada de futuro, tiene que brindar un vector que trascienda la lógica divisionista y facciosa de los opuestos, ya que el globalismo liberal amenaza el lazo social de toda las comunidades.

También se ha dicho aquí que desde lo político, la revalorización de la pluralidad dentro del peronismo debiera partir de una absorción inteligente de las distintas (y exitosas) formas de construcción a nivel federal, como también de la inclusión de las y los cuadros políticos que fueron fundamentales en el ciclo anterior, a quienes los poderes concentrados demonizaron por sus aciertos, naturalmente. Claro, para eso se requieren transigencias, y las transigencias se llevan mal con el abuso de ideologismos y discusiones que, creo y repito, pueden esperar.

Desde lo económico, donde tocará administrar la cosa pública en un contexto extremadamente delicado, somos muchos los que esperamos con ansias que los cuadros de política económica del campo nacional, de todas las extracciones, vuelvan a trabajar juntos en el nuevo modelo de contingencia primero (para arreglar el desastre), y de desarrollo, después. Sería un verdadero desatino que el próximo gobierno se prive de contar en su seno, por berrinches ideológicos o criterios mediáticos, de cuadros de probada experiencia, lealtad y calibre técnico.

Es cierto que pase lo que pase, tendremos un 2020 extremadamente complicado, donde el movimiento nacional, de ganar las elecciones, deberá construir una agenda de representación política lo suficientemente amplia, coherente, y mayoritaria para consolidar un marco de futura gobernabilidad, pero no sólo basada en lo discursivo, claro está, sino en una práctica política de cara a los intereses del pueblo argentino. Sobre todo, porque, además de por razones morales, el peronismo no suele contar con los privilegios del blindaje mediático, que permitió al macrismo estafar a la sociedad a lo largo de 4 años. En este sentido, si bien no es una lectura optimista, se debe tomar conciencia real de que un eventual fracaso del peronismo degenerará en un impredecible (en cuanto a consecuencias) proceso de anomia. En una crisis de representación sin precedentes, en un sistema político que no resiste más tensión que la provocada por el experimento macrista.

En el aquí y el ahora, se debe tener en cuenta que, si bien la unidad dirigencial no garantiza la del electorado, depende de los intentos de las bases acercar posiciones y no radicalizar diferencias. Porque, como hemos repetido con intensidad en este blog, el dilema general de las fuerzas políticas radica en, o bien reforzar las posturas facciosas, o bien brindar los vectores necesarios para evitar la balcanización del heterogéneo campo nacional. Esto es, en términos de acción política, expulsar para debilitar, o incorporar para fortalecer.

Hoy la inteligencia política pasa por acercar posiciones, no por radicalizar diferencias en nombre de nada ni de nadie. La conducta de CFK da el ejemplo en ese sentido. Después de todo, uno es demasiado peronista como para ser ideologista. Como para ser ideologista peronista.

Ya se dijo aquí: las campañas no anulan los debates políticos, pero ponen prioridades. Se hace necesario, entonces, salir del regodeo en el diagnóstico. En unos meses la realidad, que siempre tiene la chocante característica de ser la única verdad, dirá cuál lectura era la correcta. Como señala mi amigo Abel Fernandez, ahora, “todos nosotros los politizados estaremos tratando de anticipar lo que decidirán los no politizados (la gran mayoría de los argentinos). A hacer campaña, gente. Si algo dejan claro estos recientes juegos de sillas, es que las campañas para esta elección, aún no han comenzado.”

 

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